En nuestros días hemos visto que el deber de reparar nuestro mundo es más que evidente. ¿Propuestas para ello?
Arrastrados hasta nuestra más natural corporeidad, nos encontramos reducidos a la materialidad absurda de nuestra existencia. No hay escapatoria: nos tenemos que enfrentar al hecho de que somos completamente dependientes de condiciones biológicas, sanitarias, medioambientales… En una palabra: el Übermensch es, en realidad, vulnerable.
La vulnerabilidad es, etimológicamente, el hecho de poder ser herido, dañado (vulnerabilis: vulnus, herida, y el sufijo –abilis,que indica una posibilidad). Y justamente somos, como cuerpos, vulnerables: “amenazados por la pérdida”, como lo dice Judith Butler[1]. Esta vulnerabilidad resalta nuestra interdependencia con los demás -humanos y otros animales- y con los ecosistemas. La crisis del COVID-19 subraya, de manera flagrante, el hecho de que el humano es un ente relacional y ante todo corporal. La filosofía de los derechos humanos fue, sin duda, un momento muy importante, y absolutamente necesario para la humanidad, pero ha construido un humanismo…
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